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Ubicado al pie de Los Andes, Los Chacayes es uno de los orígenes en alza para el vino argentino. Un terroir con características especiales que te contamos a continuación.

La identificación de terruños se ha convertido en prioridad para la vitivinicultura argentina. Básicamente, las bodegas se empeñan en dar relieve a aquellos parajes con rasgos diferenciales que permiten elaborar vinos especiales. Para esto, enólogos, agrónomos y hasta geólogos trabajan en conjunto en el análisis de las diferentes zonas de cultivo con herramientas y procedimientos que permiten encontrar aspectos comunes que justifiquen la individualización de un área en especial.

Este proceso, conocido como caracterización de los terroirs argentinos tuvo un importante envión a partir de 2013 con la aprobación del la Indicación Geográfica de Paraje Altamira que sentó las bases para continuar en otras zonas. De este modo, y siempre bajo un estricto criterio científico, el Valle de Uco se convirtió en la panacea de quienes viven removiendo piedras y tallando calicatas en los suelos de la montaña. Con esta nueva dinámica, a fines de 2018 se aprobó finalmente la Indicación Geográfica de Los Chacayes, en Tunuyán, paraje que ya se convirtió en uno de los nuevos protagonistas de nuestra vinicultura. ¿Queres saber por que?

Durante años considera parte de Vista Flores, Los Chacayes es actualmente una Indicación Geográfica de Tunuyán con una superficie propia de 102.500 hectáreas al pie de la Cordillera Frontal.

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Viñedo

Ubicada entre el distrito de Los Arboles, zona históricamente reconocido por la calidad de sus uvas blancas, y Campo de los Andes al sur, esta IG aprobada en noviembre de 2018 cuenta con 1600 hectáreas de viñedos entre los 1000 y 1350 metros de altura.

Al este limita con la IG Vista Flores desde donde traza una franja transversal a la Cordillera de los Andes que corre hasta la frontera internacional con Chile.

Al igual que la delimitación de Paraje Altamira, Los Chacayes también esta enmarcada en un cono aluvial. En este caso, trazado por el Arroyo Grande, una corriente natural de agua que desciende desde la Cordillera Frontal. Como particularidad, en este aluvión puede observarse dos regiones cuya formación responde a diferentes momentos geológicos. El sector sur, enmarcado en el aluvión original mientras que el sector norte, más reciente, se genero a partir de una desviación natural del cauce del río producto de un plegamiento posterior que dio origen a una cerrillada en la cota de los 1600 metros.

A lo largo de este cono aluvial los suelos son franco arenoso y rocosos así como también se encuentran arcillo-limosos de con gran proporción de gravas en todo su perfil. En profundidad, se encuentra un importante cantidad de rocas pulidas tipo bola, pero también rocas volcánicas más ligeras y rocas metamórficas, generalmente recubiertas por carbonato de calcio, material calcáreo transportado por el arroyo desde la cordillera. En todos los casos, estos suelos garantizan buena permeabilidad, un crecimiento limitado de las plantas a la vez que aseguran una perfecta madurez.

El clima es continental árido a desértico con una pluviometría promedio próxima a los 300 mm anuales. De manera que es necesario el riego para el cultivo que en todos los casos es presurizado. De aquí que la zona haya experimentado un crecimiento considerable a partir de la década de 1990 con la llegada del riego por goteo al país.

Los suelos son franco-arenosos y rocosos, así como también se encuentran arcillo-limosos con gran proporción de gravas en todo su perfil. En superficie y en profundidad dominan las piedras tipo bola recubiertas por carbonato de calcio, material calcáreo transportado por el río desde la Cordillera. En todos los casos, estos suelos garantizan buena permeabilidad y un crecimiento limitado de las plantas, a la vez que aseguran una perfecta madurez.

Con una excelente insolación producto de la altura y la cercanía a la montaña, en la zona no se registran grandes riesgos climáticos ya que al encontrarse en un plano en pendiente tampoco las heladas revisten grandes preocupaciones para los productores de la zona. En verano los días son calurosos con noches frescas que dan cuenta de un importante amplitud térmica mientras que los inviernos son fríos por las noches mientras que durante el días la buena insolación marca un ascensos de la temperatura.

Con estas condiciones generales, los productores de la zona apuestan lógicamente al Malbec y otras variedades tintas como Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc y Petit Verdot mientras que proyectos como The Vines of Mendoza, Casa de Uco y Los Arbolitos ofrecen diversidad varietal con Nebbiolo, Gewürztraminer, Garnacha, Monastrell, Marsanne y Roussanne por mencionar algunas curiosidades. Otro caso singular es el viñedo de Piedra Negra donde cuentan con Pinot Gris y Cot como diferencial.
Los vinos de Los Chacayes. En materia de tintos, los vinos de esta región se imponen por su carácter y profundidad. De aromáticas frutales gracias a una madurez que llega a un punto justo sin sobremaduración, también se destacan con trazos herbales y silvestres. En boca por su parte son expresivos con potencia y taninos firmes de textura de “tiza”.

En cuanto a los blancos, las variedades aromáticas y las clásicas del Ródano marcan un diferencial mientras que los Chardonnay se destacan por su complejidad y frescura.

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